En cierto modo, no debería haber mayor inconveniente. Vamos a pasar de un producto básico cuyo precio siempre va a ser de menor cuantía a un producto superior cuyo precio será mayor.
Sin embargo, para las compañías, que se las saben todas; es razonable analizar primero qué motiva ese cambio de decisión.
Generalmente, los productos básicos de las compañías de seguros que venden productos de salud, van dirigidos a aquellas personas que quieren una alternativa a la Seguridad Social, ya sean productos con copago o sin ellos.
Como sabemos, el sistema sanitario público está tan colapsado que, en un primer lugar, has de pasar por el médico de cabecera, quien no siempre te deriva al especialista, y si tienes suerte y lo hace, te esperan varios meses de demora para realizar cualquier prueba diagnóstica.
Ante esta circunstancia, ¿qué podemos hacer?
Pues lo más cómodo es acudir a una consulta privada y pagar para conocer la opinión de un especialista, pero a veces no sólo se queda ahí, si el profesional tiene que mandarte alguna prueba, volverás a tener que rascarte el bolsillo.
Para evitar tener que ir constantemente a médicos y centros de pago, la mejor opción, si tienes la edad (no más de 64 años) es hacerte una póliza de salud.
Actualmente, la oferta es muy variada y las posibilidades casi infinitas. Y a la larga, te saldrá mucho más rentable.
Los productos básicos de las compañías, por tanto, como hemos mencionado; ofrecen el acceso al cuadro médico de especialistas de la aseguradora, además de la mayoría de pruebas diagnósticas.
¿Qué se excluyen en estos productos más básicos?
Normalmente, se excluyen las operaciones y la hospitalización, y por ende, como normal genérica, aquellas pruebas de diagnóstico que requieran de quirófano.
En los productos básicos de las compañías, con o sin copago, se excluyen generalmente las operaciones, la hospitalización y las pruebas de diagnóstico que requieran quirófano
¿Qué ocurre si contraté un producto básico hace un año y ahora me interesa contratar el superior?
Ante todo, hay que tener muy presente que en los seguros de salud no ocurre igual que en otros ramos, como los seguros de hogar y de automóvil.
Si este año aseguramos nuestro vehículo en una compañía que nos da un buen precio, el año que viene si encontramos un precio mejor, podemos cambiarnos sin problemas siempre y cuando respetemos lo marcado en la ley.
Sin embargo, en los seguros de salud no ocurre lo mismo, sobre todo, si vamos empezando a tener goteras.
Cuando contratamos un seguro de salud nos interesa adquirir antigüedad en la póliza, no porque vayamos a pagar menos, sino porque es la única manera de que nos cubran aquellas dolencias, patologías o enfermedades que vayan surgiendo.
Concretamente tenemos que tener en cuenta dos conceptos fundamentales, la CARENCIA y la PREEXISTENCIA.
La CARENCIA es el período de tiempo desde que toma efecto la póliza, hasta que podemos hacer uso de determinadas especialidades.
Por ejemplo, la hospitalización tiene carencia en todas las compañías. Algunas mantienen una carencia de 10 meses, otras de ocho o seis, etc.4
La PREEXISTENCIA hace alusión a la/s enfermedad/es que padezcamos antes de formalizar la póliza y que queda/n excluida/s, tanto la enfermedad, como su tratamiento, como aquellos otros procesos relacionados con la misma.
La preexistencia aparece siempre que se realiza un contrato nuevo. Por lo que, si tienes contratado un producto básico, pongamos desde hace un año, y quieres contratar un producto superior en la misma compañía; te obligarán a hacer un contrato nuevo, con un nuevo cuestionario de salud.
Y ahí está el kit de la cuestión, si tienes algún padecimiento y haces un contrato nuevo, los tratamientos que requieran la enfermedad que tengas, no tendrán cobertura y también te van a aplicar la carencia.
Lo mejor y lo más conveniente es contratar un producto completo desde el inicio y si es posible pide que la póliza sea colectiva y no una póliza individual. Así te garantizarás que las subidas sean mínimas.