Recientemente la cadena SER realizaba una entrevista al prestigioso científico británico Aubrey de Grey quien afirma que “(científicamente hablando) la inmortalidad es posible y, además, el ser humano puede alcanzarla este siglo”.
Unas palabras que han copado multitud de artículos en revistas y publicaciones de todo el mundo.
En sus propias palabras: “Estoy bastante seguro que los científicos no sólo serán capaces de detener el envejecimiento del cuerpo humano”-asegura a la Cadena SER De Gray-. “Sino que también desarrollarán estrategias para devolvernos la juventud. Es decir, creo que hay muchas posibilidades de que los próximos 20 o 30 años, podremos desarrollar medicinas que serán capaces de transformar a una persona vieja de sesenta o setenta años en una persona joven de 40 o, incluso, 30 años” y asegura que el ser humano podría vivir sin límites.
Actualmente, de Grey dirige un centro de investigación del envejecimiento en EEUU, y sus palabras son tan emocionantes como estremecedoras.
¿Podemos imaginarnos hoy lo que de forma tan segura afirma este conocido científico? ¿Será otra oveja Dolly?
¿Estamos preparados? ¿Podremos vencer a la muerte en tan sólo 30 ó 40 años?
Es fascinante escuchar de un científico de su posición todas estas afirmaciones:
“Cuando podamos desarrollar estas nuevas medicinas contra el envejecimiento en las próximas 2 décadas, sin duda seremos capaces de vivir 30 o 40 años más que ahora. Pero lo más importante de todo esto es que podremos usar esas medicinas tantas veces como queramos con el objetivo de rejuvenecer nuestro cuerpo. Y esto tendría dos efectos: por un lado, el ser humano ya no sufrirá las enfermedades que ahora reducen nuestra calidad de vida cuando nos hacemos viejos. Y además, desde el punto de vista biológico ya no habría límites para la cantidad de tiempo que los humanos quisieran vivir”.
¿Cómo sería el proceso?
En realidad no habría una píldora milagrosa de la eterna juventud, el proceso partiría de una terapia que combinaría el uso de nuevos fármacos, con manipulación genética de nuestro ADN o la utilización de células madre, un tipo de células que se ha comprobado que pueden reparar todo tipo de órganos, como el corazón o los riñones.
Se ha hablado también por supuesto del coste inherente que supondría para una persona someterse a estas técnicas, ya que, como muchos otros tratamientos exclusivos, deberán ser caros, no estando al alcance de todo el mundo.
Sin embargo, el propio Aubrey de Grey afirma: “Estoy bastante seguro que el coste económico de estas nuevas medicinas que detendrán el envejecimiento no será un problema para la población. Porque ahora en los países industrializados el 90 por ciento del gasto sanitario va a financiar el coste de las enfermedades crónicas que afectan a las personas mayores. Por lo tanto, en el futuro, para los gobiernos será más rentable invertir en estas medicinas que alargan la vida de forma indefinida que pagar la enorme factura económica que ahora genera el envejecimiento. Y, por lo tanto, estoy seguro que estas medicinas podrán auto-financiarse por sí mismas”.
Si toda esta utopía se hiciera realidad, las personas ya no moriríamos de viejos, sólo de accidentes o víctimas de asesinatos.
¿Una quimera? ¿Será como “las veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne”?
¿Quién iba a pensar en 1869 con las circunstancias de aquella época que el hombre podría inventar un “aparato” que pudiera recorrer los mares por debajo del agua?
Pues ocurrió muy poco después, cuando el 8 de septiembre de 1888, Isaac Peral y Caballero, científico, marino y militar español, botó el primer submarino español.
Lo mismo ocurrió con el avión, la electricidad, la penicilina, o con la erradicación de enfermedades que antaño acabaron con millones de personas.
La ciencia y la tecnología evolución a pasos agigantados. Quizás los que hoy leamos estas líneas no lleguemos a conocerlo, pero quizás nuestros hijos sí.
¿Cómo evolucionarían los seguros de vida y salud ante esto?
Esa situación sería todo un reto para el sector, que basa sus contratos de vida y la prima de éstos, fundamentalmente, en la edad y el estado físico del individuo que se va a asegurar, porque estadísticamente está comprobado que “las goteras” empiezan a surgir conforme nos hacemos mayores.
Lo mismo ocurre con los seguros de salud, que incrementan sus primas a medida que cumplimos años y nuestra póliza experimenta frecuencia.
Sin duda alguna, si ese futuro próximo llegase a tener lugar, la legislación deberá adaptarse para salvaguardar los intereses de los asegurados, pues, los seguros, al igual que cualquier otro ámbito, son un negocio para las empresas aseguradoras, que tratarán de moldear la legislación mediante cláusulas que les sean beneficiosas.
¿Y qué me decís de los seguros de decesos?
Aunque siempre fuésemos jóvenes, hay variables que nos pueden llevar a la tumba. Se habla de una juventud sin límites, pero nada se dice de vencer a la muerte en todos sus disfraces.
Los accidentes, el infarto, enfermedades raras o el asesinato, podría seguir mermando al individuo y provocar su muerte.
Pero, al mismo tiempo, podríamos llevarnos muchos, muchos años pagando un seguro vida riesgo. Tantos años pagando, que probablemente, podríamos pagar varios entierros.
¿Qué convendría más el pago de un seguro vida riesgo o el clásico pago a las funerarias?, en los que vas aportando un capital durante tu vida hasta llegar al precio del sepelio.
Pues ahí estaría el kit de la cuestión, pues, hoy interesa el vida riesgo cuando eres joven, y quizás a veces el de capitalización cuando ya tienes una cierta edad.
Nunca sabemos cuándo saltará la liebre…